Arte Nímbico

Esto que mencionaré no es nuevo. Pero le puse un nombre pretencioso.
… nube… nimbus… lo adjetivas… y puff… Nímbico. Arte Nímbico.
I’d do it for nothing. In fact I’d pay to do it. Here, I’ll give you ten thousand a year if you let me write.
Charles Bukowski
El internet conecta, dicen. Protocolos UDP y TCP, diseñados en base a la capacidad de transmitir unos y ceros con pulsaciones eléctricas a través de cables. Los cables son un recubrimiento de material derivado del petróleo para evitar el desgaste por exposición a la intemperie (manifestado por la corrosión, oxidación, fricción y así) y un centro de filamentos que de hecho conducen la información. Estos filamentos suelen ser de cobre, pero la modernidad los ha hecho de cristales, que no conducen impulsos electromagnéticos… sino luz.
¡Luz!
Existe una red mundial de estos mágicos cables.
Los glaciares y esteros de estos complejos canales de datos son computadoras. Otra magia. La que usas para leer esta reseña es una cosa. La otra cosa, la más importante en este cuento, es una especie particular de estos místicos aparatos, conocidos como servidores. Ellos… sirven. Y sirven para administrar las conexiones de muchas otras máquinas, así como para guardar más información de la que cabe en un libro gordo gordo.
En algún punto de la historia, a alguien se le ocurrió que desde una computadora puedes enviar datos a un servidor, de tal manera que pueden ser consultados desde otra computadora en cualquier momento del futuro. Esa idea cambió al mundo y decidieron llamarla la Nube.
¿Cómo es posible tener tantas maravillas?
No me preguntes… estudia telecomunicaciones y deja de leer poesía.
Lo que importa es que el internet, los servidores, los cables, los técnicos, el soporte… cuestan.
Por otro lado… ver a nuestros amigos artistas, hoy más que otros ratos, cuesta.
Todo cuesta.
Y aún así queremos pagar con ello. Porque el arte es así.
Lo interesante es que la unidad transaccional para tener acceso a un fantástico servicio de colaboración en la famosa nube no es el dinero. Tampoco son los bitcoins. Es algo que sudamos. Un producto del acto de vivir:
Información personal
Es casi como pagar por un servicio con cabello o piel muerta. No sirve, a menos que se posea la tecnología para extraer información precisa y contrastable con los perfiles de otras personas, para crear modelos de análisis útiles para incontables ramas de la investigación y el comercio.
Figura
Tus datos cuestan obtener.
Hacer aplicaciones fascinantes, útiles y/o adictivas cuesta.
Transformar tus datos en una línea que se puede integrar a la pila de información colectiva que se asemejaría a una constelación que yace lista para estudiar cuesta.
Y esta información cuesta vender.
Pero se vende.
El proceso que lleva nuestro único nombre, cuesta centavos y da unos cuantos más. Pero como para iglesias y bancos…
el “poco a poco” iterado muchas veces es… mucho.
Por eso recuerda siempre:
La data es plata.
El internet y sus cosas son tan opcionales como utilizar dinero o zapatos. Su desuso es completamente factible, también es incómodo e inútil, casi estúpido. Es mejor pensar que de la misma forma en la que las personas no nos podemos negar a ser ciudadanos, actualmente no podemos evitar ser usuarios. Y pagar los impuestos correspondientes.
No tiene caso leer las políticas antes de instalar cualquier cosa o acceder a cualquier servicio web si el objetivo es reconocer ámbitos para negociar, no es negociable. Mientras más te interesa lo que podrías obtener de esos entes, menos puedes hacer para discutir el acuerdo que inevitablemente debes aceptar para acceder a las maravillas de ese software.
Lo importante es que reconozcas tu poder y valor. Los centavos que vales para la máquina pueden usarse para darte mares de orgasmos, lágrimas, carcajadas y asombros. Incluso puedes hacer tu propia plata. Porque una vez adentro, la cancha está abierta para hacer magias con esas magias. ¿por qué desperdiciarlo?
En conclusión.
Arte Nímbico es:
pagar la nube con la misma vida que te permite hacer arte.
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