sobre las mingas en 2021

El pasaporte a Guápulo debería ser revocable, especialmente si botas basura en las laderas del mirador.

mi primer video en el canal propio #kemosion

El lunes 28 de junio de 2021 ocurrió una minga en el mirador. Una amiga (Isa Villalón) me invitó para que me uniera al plan de recoger y clasificar basura. No sé cómo, pero encajó perfectamente en la categoría de “planes perfectos para un lunes donde no tengo compromisos sensibles a horarios”.

Estoy orgulloso de mí mismo por haber ido.

Ensayo

no me importa el ambientalismo

Mis abuelos organizaban mingas. ¿Y cómo no? Es una de las formas más efectivas y divertidas de hacer un trabajo manual extenso que no requiere de preparación técnica; las personas involucradas residían cerca del sitio del evento; y la inversión para la alimentación y celebración de los asistentes es mínima en comparación a la hipotética contratar obreros. Es de esos casos en los que la práctica tradicional empata con el encuadre del dinero, y si careciese de creatividad, hasta ahí llegaría la reflexión.

En este ensayo web pondré a consideración un recuento anecdótico y reflexivo sobre el sitio que ocupan las mingas en mi entorno urbano-social actual en relación a cómo funcionaban en la juventud de mis abuelos.


El barrio, la comuna, la parroquia… como divisiones políticas/comunitarias parecen perder relevancia mientras las líneas de autobús aumentan y los edificios tienen más pisos. Sus nombres llegan a ser figuras que contemplo como el aliento desvaneciente de lo que había antes. El mismo antes donde depositamos justificaciones para métodos de crianza crudos y dietas con excesivos carbohidratos. Para mí, un hijo de la urbanización, son palabras huecas.

El tiempo en el que el agua llegaba en acequias y no había diferencia entre perro callejero y perro de casa tomaba forma gracias a un estado cuyos esfuerzos de organización territorial se destinaban a los últimos pasos de dibujar una frontera nacional y propiciar espacios a las industrias que afirmaban la dirección saliente de los recursos naturales.

Con el apropiado zoom, a la escala de la vida diaria de quienes vivían fuera de la ciudad, donde robarle las guabas al vecino contaba como snack de media tarde, la minga era una cosa. A thing. Un plan de domingo. A donde se va después de la misa.

Como comunidad, no esperabas que un organismo centralizado se encargue de las necesidades de la cuadra. Ningún agente municipal se encargaría de limpiar las zanjas para evitar que la calle se convierta en un lodazal incruzable. Pero alguien tenía que hacerlo y lo más conveniente era dividir la labor. Y como individuo, contabas con el apoyo y la confianza de tu grupo para ofrecer fiesta a cambio de ayuda.

Los 60s -un par de décadas antes del boom en el flujo poblacional y la obsesión de levantar muros de tres metros alrededor de todo terreno que contenga tu nombre- ese tiempo en que la tecnología del mundo sí llegaba, pero la urbanización aún no se igualaba. Hasta ese momento, la minga de barrio todavía era viable. Cuadraba bien en la vida diaria de quienes no vivían dentro de la capital, en otras palabras, casi todos.

Me parece que funcionaba así por los lazos creados gracias a la quietud y constancia de las personas a nuestro alrededor, así como la ausencia de barreras. Toda una vida con las mismas personas cultiva un lazo de confianza para negociar esta transformación de tiempo y fiesta en obras útiles para poquitos o muchos.


Eventualmente -acercándose a nuestros tiempos-, el establecimiento de fronteras más sólidas, la fragmentación de la propiedad territorial urbana y la incorporación del espacio vertical por el aumento de edificios, hizo que el estado concentre el esfuerzo de administración del espacio en lo micro. Propiciando la construcción de paredes. Paredes jurídicas, paredes sociales, paredes de bloque, paredes enrollables para convertir las puertas de los locales comerciales en paredes.

Por culpa de nadie en particular, el barrio recibió una puñalada que algún día terminará de sangrar.

Existen todavía sitios donde las condiciones se asemejan más a los pueblos colindantes a Quito en los 60s, que a las pesadillas grises de alambrado público con prismas manchados de veinte metros de alto de fondo. Los llamamos ‘zonas no desarrolladas’. Imagino que la minga de barrio todavía se da ahí.

Ahora podemos ver el resultado de un fenómeno fascinante, el origen del espacio público. El municipio, la entidad de control que establece firmemente la función de un terreno dentro de la metrópoli, es bastante nuevo. Vemos un parque y pensamos que es lo más cercano a nuestro pasado, pero es todo lo contrario. Un espacio destinado a ser verde y recreativo solo puede ser tan viejo como una entidad que te prohíbe construir sobre él, así como se encarga de cobrar un impuesto a las personas que viven alrededor para mantenerlo podado y limpio.

Técnicamente es de todos.


Las tradiciones toman la forma del molde en el que están.

Vivimos bajo la presión de un mundo que nos obliga a adoptar las maneras desarrolladas de procesos similares de urbanización hace más de 50 años en tus Tokyos, tus Parises, tus Nueva Yorks. Aunque todos sabemos que no es exactamente lo mismo y las diferencias clave son las siguientes:

  • Los sofisticados sistemas de comunicación actual tienen el potencial de propiciar las conexiones comunitarias que se pierden por la alienación territorial.
  • Hay mingas.

La configuración actual del mundo nos permite usar a la minga como una forma de combatir a la alienación ocasionada por la urbe. Considerando que nuestro círculo ya no se sujeta a la geografía, si no a la conexión virtual.


Yo crecí en una zona comercial -puestos de comida en las esquinas, mecánicas, tiendas de repuestos-; no supe el nombre de nadie más en mi cuadra que el de mi abuela y María de los morochos; e iba en transporte privado a una escuela inaccesible por vías peatonales.

Las personas de lo que considero mi comunidad están desperdigadas por el mundo; la fiesta más divertida a la que asistí en los últimos tiempos ocurrió en una sala de Discord; y los únicos planes de diversión pura que soporto se ubican en parques consensuados con los amigos a través de redes sociales.

No tengo barrio, tengo el internet.


Gracias por leer <3.

A continuación tengo unas preguntas.

  • Concretamente. ¿por qué la minga cabe tan bien en un Quito post-covid?
  • ¿por qué no lo hacemos más y más seguido? ¿se trata de inseguridad? ¿acaso el ambientalismo trae una estética niche que aleja a la mayoría de las personas? ¿o será que simplemente es aburrido o lame? -esta expresión en inglés no tiene una traducción que me satisface-.
  • Si eventualmente las mingas pegan. ¿Puede eso convertirse en un modelo de estafa laboral justificado bajo un modelo de comodificación de lo ancestral?

Tips

Para comunicación:

Crea un grupo de mensajería instantánea (whatsapp, discord…) para notificaciones. Ahí también podrás compartir el material audiovisual tomado del evento con el resto de personas.

Para decisiones:

Usa alguna aplicación de encuestas (google forms, survey monkey…) para las decisiones grupales, como:

  • Qué día.
  • Qué hora.
  • Cuánto dinero llevar para las cervezas.

El día de la minga, lleva:
Fundas

Es lo básico para acumular y transportar lo recogido. Recomiendo que se establezca un sistema de clasificación de basura sencillo:

  • Botellas de Vidrio
  • Botellas de Plástico
  • Otros
Palas de Jardinería

Para desenterrar tillos y otras maravillas.

Escobas / Brochas

No da el alma para recoger de uno en uno a los mini componentes de un cúmulo de basura compuesto de cerillas, confeti, envolturas y migajas.

Guantes gruesos

Simplemente no quieres recoger esas cosas con las manos desnudas.

Otros

Considera fuertemente llevar un botiquín de primeros auxilios y un cambio de ropa.

Galería

Comentarios